lunes, 21 de octubre de 2013

Carlos Pizarro, la transparencia del jazz

         La voz del árbol, es un álbum dedicado a la vejez, a los mayores, a la fugacidad de la vida, al amor por las personas y las cosas, en definitiva a la experiencia. Así, más o menos, reza en las notas que acompañan al disco de propia mano del guitarrista asturiano Carlos Pizarro. Pero más allá de todo ese sentimiento vertido, de todas esas sensaciones que revolotean entre la docena de temas –ocho rubricados por el propio Pizarro, uno más por cada otro miembro del cuarteto, además de “Al-imbiq” el oasis más tempestivo de autoría conjunta-  que componen esta producción, La voz del árbol es también un gran disco de jazz, donde la música fluye con claridad, con la amabilidad justa para una aproximación sin aristas, llana y tremendamente gratificante.
Un disco donde, amén de esos discursos más incisivos de guitarra y saxo, el cuarteto –Javier Rubio al saxo tenor, Horacio García al contrabajo y Félix Morales a la batería, lo completan- se presenta equilibrado, compacto, uniforme y en una onda absolutamente convergente
         A simple escucha, diríamos que se trata de un disco sin vericuetos, con toda la tranquilidad y pausas necesarias. Y tal vez así sea, pues con melodías sugerentes y armonías confortables, deja al descubierto una música trasparente, sincera. La ternura sería otra cualidad definitoria de este trabajo, como lo sería también la apuesta por las cosas sencillas que es, al fin y al cabo, donde habita la belleza.



La voz del árbol es un gran disco de jazz, donde la música fluye con claridad, con la amabilidad justa para una aproximación sin aristas, llana y tremendamente gratificante

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