martes, 31 de enero de 2017



Fermentando


Ferments, esa búsqueda desde la contemporaneidad de una identidad musical propia a través de los pilares más esenciales de la cultura, puede haber acabado convirtiéndose en tres proyectos, que aún compartiendo intencionalidad y una misma columna vertebral, no resultan exactamente idénticos. Uno, el irrepetible, esa sementera original creada en los tres días intensos de estudio donde cada uno de forma libre aportaba su semilla; otro la disposición de esos elementos sonoros por Miquel Brunet en la producción del triple álbum –a los dos compactos de audio se les une un audiovisual- y el tercero, esa puesta en el escenario de la idea, evidentemente con una plantilla de músicos más reducida.







         Es este último, que inició su recorrido en la pasada Nit de la Cultura (OCB), el que ha visto su segundo desafío en el Teatre Mar i Terra dentro del programa de la tercera edición del Encuentro Internacional Thing Up Culture!. Y califico de desafío, porque plasmar sobre el escenario todo el contingente musical e ideológico original no resulta tarea fácil, aunque Brunet lo ha resuelto de forma ciertamente satisfactoria.





         La improvisación, ligeramente dirigida desde los teclados y con un esquema prefijado mínimo, continua siendo el mecanismo esencial, lo que favorece que cada puesta en escena signifique un nuevo paso, si se quiere distinto pero en la misma dirección, en esa búsqueda y fermentación del mapa sensitivo de una isla y, consecuentemente, un nuevo enriquecimiento. 







         Imprescindible también, la proyección del audiovisual, no para explicar, la música no necesita de ello, pero sí para anclar, a través de ésta, esas emociones en los mencionados pilares: el verbo, la poesía, la gastronomía, la enología o la danza. En definitiva, una mirada a la tierra a través de las sensaciones.  



Miquel Brunet. Ferments, El Mapa Sensitiu d’una illa. Teatre Mar i Terra de palma, 25 de enero de 2017.

martes, 24 de enero de 2017



Conquistar el escenario


Hasta ahora, siempre que me he topado con Ricardo Manzano sobre el escenario, ha sido en el papel de artista invitado de otro músico o como integrante de alguna que otra formación. Tenía ganas ya de presenciar su propuesta más personal, algo difícil hasta la fecha, pues el concierto ofrecido en la apertura del ciclo ‘Piano Mar’ del RCNP, significaba su debut como solista. Hecho que muy probablemente justificaba el nerviosismo con el que afrontaría, con alguna que otra leve imprecisión, ese primer tema. 



Aunque creo que no en su totalidad, el pianista fue soltándose al mismo ritmo que nos iría presentado un repertorio original y que transita por la vertiente más lírica y melodiosa del flamenco. Unas composiciones bellas en esencia, aunque un tanto ajenas de la visceralidad propia del género. Esa mano izquierda tal vez debería de recordarnos más el carácter propio de esas raíces populares, esa identidad que levemente asomaría hacia el final de la primera parte del concierto.



Pasaron esos tres cuartos de hora y el jazz, anunciado junto al flamenco, no había hecho acto de presencia por ningún lado. Menos mal de esa segunda parte y no sólo por convocar el “Caravan” que Joan Tizol escribió para Ellington o por una de sus propias composiciones que, a quien suscribe, le trajo a la memoria el gardeliano “Volver”, sino por el hecho de que al sumarse al escenario Benji Roman Habichuela, al cajón, y Joakinito ‘el seco’ a la guitarra, el propio Manzano comenzó a ofrecer lo mejor de sí mismo. No hablo únicamente de que la música fluyera con mayor colorido, sino que el pianista se mostró mucho más suelto, relajado, intuitivo y rico en matices. Ese es el Manzano que tiene que conquistar el escenario también a piano solo. Y no me cabe ni la menor duda de que en un futuro próximo así será.



Ricardo Manzano. Ciclo Piano Mar. Sala Magna del Real Club Náutico de Palma, 21 de enero de 2017.

domingo, 22 de enero de 2017



El periplo del jazz


         Como símil a la migración del jazz por las diferentes ciudades de los EE UU a través de la historia, los aficionados también han recorrido su particular periplo, de cuya condición de regreso al lugar de partida se ha encargado la Revetla. Sí, después de pasar por la Plaça Coll, Santa Eulalia o Sa Llotja, los ritmos más oscuros de la música, han vuelto a la Porta de Santa Catalina, donde a principios de los ochenta, recordemos el desaparecido club Trui, se gestó la historia palmesana del jazz de los últimos treinta y tantos años.
También este escenario, como ha ocurrido con el género, ha cedido espacio a otras músicas, llamémosles periféricas, barajadas como en una ensalada, eso sí, más o menos negroide.
Así, nos encontramos con Monkey Doo, swing y dixi, con gracia y simpatía, al servicio de los locos años 20 y 30 aunando New Orleans con New York, para pasar al clásico sonido Motown de Detroit que imperó en todo el país en los sesenta, por obra y gracia de Soul Café y los covers de Steve Wonder, Marvin Gaye o James Brown.
Regresamos a la ciudad de los rascacielos con el jazz en mayúsculas del bop –Fuller, Monk, etc- que manufactura con su sello personal The Jazz Fingers -sin duda la mejor propuesta musical de la velada-, para acabar en cualquier escenario indefinido con la fanfarria de Maria Rosselló i els Botifarrons. Todo ello en una plaza de excesivas dimensiones para una concurrencia mucho más pobre que en ediciones anteriores.


lunes, 16 de enero de 2017



Alma poética






Y uno puede preguntarse: ¿qué nuevo cantar cuando lo siempre cantado mantiene, además de la belleza, la magia del presente? La voz de los poetas, propuesta artística con la que Amancio Prada ha regresado a Mallorca después de una largo periodo de ausencia, es precisamente la reinterpretación de un repertorio conocido y que le viene acompañando desde mediados de la década de los setenta del siglo pasado y que ha ido ampliando como quien tira del hilo para desmadejar nuestra lírica más sentida. Y es que si las canciones poseen cuerpo y alma, es esta última la que el del Bierzo ha sabido arrancarles para presentarla desvelada, echándola a volar desde su garganta reivindicando esa ternura y emotividad que, como apunta el cantautor, nace en los propios versos. Porque el leonés, junto con el valenciano Paco Ibáñez, ha hecho más por la poesía patria que cualquier curso académico de literatura.



Acompañado de su guitarra y del chelista Rafael Domínguez, en la Església de Sant Antoni Abat de sa Pobla, nos ofreció un recorrido antológico por esas figuras cumbres de la lírica a las que lleva cantando desde hace más de cuarenta años. El Romancero -“Romance del conde Arnaldos” o “La misa de Amor”-, las medievales cántigas de Amigo gallego-portuguesas, las rimas de San Juan de la Cruz, las coplas de Santa Teresa de Jesús, los poemas de Rosalía de Castro –“Campanas de Bastabales” o “Adiós ríos, adió fontes”-, Lorca, Leo Ferré –dedicando “A ti” a una presente María del Mar Bonet- o Agustín García Calvo, fueron convocados, como siempre, de forma transparente y cristalina, con ese carácter que asemeja desnudez pero que en verdad se arropa de delicadeza y hermosura extrema.
Fueron casi dos horas de un recital, no por sabido menos exquisito, perfilado por la mística y ese atractivo sempiterno de la poesía en mayúsculas.



Amancio Prada. Església de Sant Antoni Abat, sa Pobla 13 de enero de 2017.