domingo, 22 de julio de 2012


Berni-Quadrada en busca de la esencia



Remontarse hasta la Salseta del Poble Sec o la Orquestra Plateria, podría parecer un ejercicio para rememorar tiempos lejanos y de alguna manera aludir a los registro más añejos, y comerciales también si se quiere, del trompetista Ramon Quadrada; aunque su dilatada carrera jazzística, tanto en diversas formaciones como al frente de la Big Band colocan a este gran músico en el panorama actual del buen y mejor jazz del país. No es de extrañar, entonces, que de tanto en cuando y tomándose el tiempo justo y necesario, nos sorprenda con alguna que otra producción realmente interesante como fueron Paradissos Imparells con la big band o Geometries Variables con el Renaissance Jazz 5et.
         Ahora, junto con quien fuera su alumno y compañero del mencionado quinteto, el pianista Jordi Berni –Pianista revelación Tete Montoliu en 2003-, acaban de publicar un interesantísimo álbum a dúo que fue grabado en noviembre del pasado año.
In Essence apuesta por un diálogo intimista mostrando la desnudez instrumental, que no musical, para afrontar un lírico, rico y suculento recorrido sonoro repartido entre  clásicos estándares del jazz como “My Romance”, “Love For Sale”, “Embarceable Of You” o “Autumn Leaves”, composiciones originales de Quadrada o el tradicional “El Russinyol”. Una combinación guiada por la coherencia y esencia musical de las composiciones expuestas con auténtica maestría.



lunes, 16 de julio de 2012


Avanzando

         Lo que más agradece cualquier aficionado que se precie es que un proyecto musical vaya creciendo, perfilándose, avanzando y obteniendo poco a poco resultados más satisfactorios. Siempre que haya madera para quemar, claro está, esto depende de las posibilidades y frecuencia con la que la propuesta puede llevarse al directo. Una máxima que no sólo comprende perfectamente el violinista Enric Pastor, sino que lleva a cabo manteniendo esta formación inalterable a fin de cohesionar tanto la banda como el repertorio.


En cuanto a la madera, creo que no hay duda de las posibilidades alcanzables por parte de un batería de demostrada experiencia como Salvador Font, un bajista como Wojtek Sobolewski y del pianista Tolo Gili, amén de Pastor, que procedente del terreno clásico acredita la técnica y disciplina y tan sólo requiere alejarse algo más de la rigidez del pentagrama.
En cuanto al repertorio, juega a su favor apostar en su mayoría por piezas conocidas –la afinidad siempre suma- además del atractivo de unas autorías –Evans, Monk, Powell o Lockwood- que requieren exigibilidad y finura.



Y para evolución, el ejemplo. En este último concierto que inauguraba una VIIª edición del Festival de Jazz de Inca –cita que si bien se ha centrado en la permanencia no debería olvidar asumir mayor envergadura en el programa-, se mostraron mucho más compactos, notoriamente más sueltos y algo más creativos aunque no deben descuidar el hecho de seguir limando asperezas de una propuesta que bien vale la pena tener en el punto de mira y atención.

Wojtek Sobolewski

Salvador Font

Tolo Gili

ENRIC PARSTOR & Co. VII Festival de Jazz de Inca, Claustre de Sant Domingo, 8 de julio

domingo, 15 de julio de 2012


Pere Rei apostando por el jazz-samba

         No son muy frecuentes las producciones discográficas jazzísticas en nuestra isla. Y es que si difícil resulta para un músico en general editar su propio trabajo y meterlo en los circuitos, aún más complicado, lo es para quien apuesta por el jazz. Un hecho que no ha intimidado al músico y guitarrista de Santa María, Pere Rei, a la hora de dedicarse en cuerpo y alma a esta producción.
         Aunque éste sea su tercer trabajo discográfico, después de pasearse por el pop-rock, es el primero en el cual apuesta decididamente por el jazz, o mejor dicho, por toda una serie de atmósferas sonoras que visitan al género desde la perspectiva de la samba y bossa nova.
Ritmos cálidos y agradables que favorecen la escucha a los menos avezados -no negaremos tampoco ese cierto aire un tanto más comercial- aunque no por ello descuide esa fraseo improvisativo, correcto e imaginativo, limpio y claro en la ejecución, sobre armonías más complicadas que protagonizan las siete autorías que junto con “Samba de una nota” de Tom Jobim conforman “Llunes”.
Al guitarrista, que reconoce las influencias de George Benson, Wes Montgomery o Joe Pass y su admiración por el valenciano Ximo Tébar, le acompañan Pere Antoni Bujosa al contrabajo, Jordi Quiles a la batería y Toni Amengual a las percusiones.




Incombustible

         Sencillamente incombustible. Arda lo que arda, que es mucho, en cada una de sus actuaciones, Loquillo es incombustible. Tal vez por ese traje ignifugo hecho con el porte más ‘dandi’, un tanto canalla y desafiante, de estética altiva pero, a la postre, próxima y directa en el que se enfunda, o será por esa naturalidad políticamente incorrecta que reclama y de la que presume; pero en cualquier caso siempre inalterable al paso del tiempo.


         Recurre a la fuerza del rock and Roll, pero también a su visceralidad, a ese sentimiento más intrínseco y a esa lógica aplastante de visionario aventajado. A esa forma de ver la vida –‘En la vida, la disidencia es el lugar’-, o mejor dicho, de agarrarla con la intención de llevarse sus pedazos correspondientes para cantarlos.


Y vaya si los cantó. Todos en el concierto, en el tiempo de juego, sin bises, nada de tiempo extra. La verdad es que pocas cosas se podían poner sobre el escenario tras “Rock & Roll Star” o “Cadillac”, con los que remacharía una velada repleta de recuerdos vivos y perfectamente flanqueado desde la guitarras por Igor Pascual, Jossu García y, otro de los incombustibles e imprescindibles, Jaime Stinus, que lucirían al frente de una banda realmente poderosa.


No hubo tregua para palabras que no fueran cantadas. Solo lo justo, pocas y cortas presentaciones y una ligera disculpa por ese corte en el fluido eléctrico que le obligó a repetir, quince minutos más tarde, “Sol”; pero nada sobre el retraso inicial que pacientemente soportaron el millar de asistentes. Y es que prácticamente todo lo dicen sus canciones.



LOQUILLO. Jardines Plau d’Aiamans. Lloseta, 13 de julio

domingo, 8 de julio de 2012


Engullida por la emotividad

Será, como ella misma se encarga de reconocer, que los escenarios isleños la ponen más nerviosa que los neoyorquinos o por cualquier otro motivo; pero en todo caso, nunca he visto a Concha Buika cómoda cantándole al público que la ha visto crecer artísticamente. Tampoco ahora, que parece encontrarse en un buen momento profesional paseando su popularidad por los distintos festivales tanto nacionales como internacionales. 


Por tanto, en Sa Graduada de Muro, nos volvimos a encontrar con más de lo mismo. Esa excesiva atención, esa desmesurada dedicación a sus familiares y amigos que llama ‘tribu’ y llenaban parte de las primera filas de asientos, no juega en pro de la normalidad, o de lo que debería ser más lógico.
No es que Concha se olvide de esa otra ‘tribu’ que la va a escuchar -que por cierto a duras penas llegó a los trescientos asistentes-, sino que esa emotividad personal y privada –que aprovecha para airear- acaba engulléndose el concierto.


En lo musical, Buida inició la velada con veinte minutos de retraso y de la misma manera que la terminó hora y media después, acompañada únicamente por el pianista cubano Ivan ‘Melón’ Lewis, muy acertado sobre todo en los registros más latinos. Toni Cuenca al bajo y Ramón Porrina al cajón se apuntarían también a ese recorrido amplio en cuanto a su trayectoria y ecléctico en lo musical interpretado, incluso a veces, con corrección. Aunque acaba siendo más recomendable escucharlo enlatado en los bits del compacto; porque la cantante gana, sin duda, con la producción, contención y neutralidad emocional del estudio.



CONCHA BUIKA. Sa Graduada. Muro, 5 de julio de 2012 


La mezcla cultural de Ana Alcaide

         Sólo muy de vez en cuando, se nos brinda la oportunidad de descubrir una voz, un talento, una forma de expresar los sentimientos, tan pura y delicada. Tengo que reconocer que, antes de ahora, poco sabía y conocía de la cantante y compositora toledana Ana Alcaide, y en cambio tras escuchar repetidas veces este nuevo trabajo –resulta tan hechizante que es imposible no recurrir a él una y otra vez-, parece como si conociera su música desde siempre.
Será por ese magnetismo que nace en la mezcla de culturas, por esa forma de establecer un estrecho vínculo con la tradición desde el presente, por esa capacidad de proyectar un sinfín de cromatismos sonoros y atmósferas musicales al servicio de la sensibilidad extrema, por esa riqueza basada en la esencia de los instrumentos de cuerda como el salterio, violín, arpa, guitarra, laúd, Bouzouki, mandola o lyra que acompañan a la viola de teclas y que invitan al clarinete o el ney turco y a una interminable lista de instrumentos de percusión, a la búsqueda del timbre preciso.
Pero será también por esas canciones nuevas que presenta en su tercer trabajo, La cantiga del fuego, inspiradas en el romancero y cancionero antiguo que viajan por el legado común entre cristianos, judíos y musulmanes. Melodías sefardíes que tanto nos remiten a la antigua capital del Reino de Castilla como nos permiten y ofrecen un paseo por el mediterráneo.




Eladio Reinón a flor de piel.

No hay mejor música para dejar la sensibilidad a flor de piel que el bolero; sin duda el género musical más popular que aúna sin fronteras a todos los países Hispanoamericanos. Y es precisamente en esta clave en la que el saxofonista, clarinetista y compositor revisa toda una serie de baladas clásicas de jazz. Un paseo por el olimpo compositivo que vincula con harmoniosa latinidad.
Conocíamos ya esa formidable vertiente más latina de Eladio Reinón que había cobrado sus cotas más significativas con la Latin Big Band junto a Bebo Valdés en “Afrocuban jazz suite nº 1” o en “Canciones de amor latinas” con el Supercombo, sin olvidar, por supuesto el be bop que ha impregnado una suculenta carrera. Lo que ocurre es que en “A flor de piel”, el espíritu latino navega junto al bolero y la balada mostrándonos sin tapujos ni fisuras esa riqueza emotiva. Un aterciopelado marco idóneo para emocionarse con un sublime “Darn That Dream”, el celebérrimo “Body and Soul”, “Ask me Now” de Monk o “Every Time We Say Goodbye” de Porter, junto con joyas como “Mira que eres linda” o “Tres palabras”.
Un juego que rubrica en esa carta de presentación y auténtica declaración de intenciones con la que se abre el álbum introduciendo toda una serie de melodías conocidas de boleros en la balada “Someone to Watch Over Me” de Gershwin. Como les decía, la sensibilidad se toca, se palma a flor de piel.




Ahmad Jamal el decano del jazz


Dentro del nutrido activo compositivo del tándem formado entre el compositor Richard Rodgers y el letrista Lorenz Hart, “Blue Moon” materializa uno de sus éxitos más populares y representativos de todo el lirismo y elegancia que caracterizó a estos dos hacedores de canciones de Broadway. Una canción que precisamente recoge también todo el lirismo y elegancia que ha marcado la larga trayectoria profesional del octogenario pianista de Pittsburg –el próximo julio cumplirá los ochenta y dos- Ahmad Jamal y que continúa perfectamente en activo.
Un lirismo y elegancia que muchos cuestionaron al no circunscribirse en las estéticas jazzísticas del be bop de mediados del siglo pasado. Dos características afines al pianista y compositor que le han procurado una voz propia como pocas, y además inspiradoras para Miles Davis o John Coltrane. Tanto que hoy, le permiten establecer un puente de lujo, un diálogo perfectamente compensado y equilibrado entre la tradición y modernidad.
Y todo ello, elegancia, lirismo, tradición y modernidad es precisamente lo que transpira esta nueva aportación discográfica de Jamal que baraja standards con composiciones propias así como alguna referencia de Gillespie. Un álbum que lejos de mostrar el ocaso de un gran músico, identifica el tremendo acierto y exquisitez que sigue esgrimiendo incansablemente. Eso sí, sin gratuidad y siempre con la debida contención característica.



Esperanza Spalding capas de neo soul y jazz


    Las estéticas del jazz en el siglo XXI demuestran ser de lo más cosmopolitas. Criterio que la vocalista y bajista norteamericana ganadora del Premio Grammy a la Artista Revelación del pasado año Esperanza Spalding no sólo tiene perfectamente asumido, sino del que hace gala en su proyecto más reciente “Radio Music Society”. 

No se trata de urdir sonoridades complejas, arriesgar con ejercicios de filigrana contemporánea, ni álgebras en el pentagrama. No, todo radica en algo mucho más sencillo y que al final acaba siendo tan resultón como interesante. Tan sencillo, y complicado a la vez, como mezclar toda una serie de patrones procedentes de lo que podríamos determinar como neo soul, con el pop, funk y un jazz contemporáneo sin miedo a las concesiones auditivas. Desembocando todo ello en una propuesta, cuarta como líder tras “Juno”, “Esperanza” y “Chamber Music Society”, agradable, un álbum cálido, musicalmente interesante y para el que no se han escatimado recursos sonoros. Ya sólo el tratamiento musical de los dos únicos temas ajenos “I Can’t Help It” de Steve Wonder y “Endangered Species” de Wayne Shorter nos puede ofrecer una idea generalizada de lo que es capaz de rubricar con la decena restante.
Y si además quieren linajes de abolengo en la interpretación, apunten: Lionel Loueke, Joe Lovano, Jack DeJohnette o Billy Hart, entre una lista interminable de músicos.