domingo, 15 de julio de 2012


Incombustible

         Sencillamente incombustible. Arda lo que arda, que es mucho, en cada una de sus actuaciones, Loquillo es incombustible. Tal vez por ese traje ignifugo hecho con el porte más ‘dandi’, un tanto canalla y desafiante, de estética altiva pero, a la postre, próxima y directa en el que se enfunda, o será por esa naturalidad políticamente incorrecta que reclama y de la que presume; pero en cualquier caso siempre inalterable al paso del tiempo.


         Recurre a la fuerza del rock and Roll, pero también a su visceralidad, a ese sentimiento más intrínseco y a esa lógica aplastante de visionario aventajado. A esa forma de ver la vida –‘En la vida, la disidencia es el lugar’-, o mejor dicho, de agarrarla con la intención de llevarse sus pedazos correspondientes para cantarlos.


Y vaya si los cantó. Todos en el concierto, en el tiempo de juego, sin bises, nada de tiempo extra. La verdad es que pocas cosas se podían poner sobre el escenario tras “Rock & Roll Star” o “Cadillac”, con los que remacharía una velada repleta de recuerdos vivos y perfectamente flanqueado desde la guitarras por Igor Pascual, Jossu García y, otro de los incombustibles e imprescindibles, Jaime Stinus, que lucirían al frente de una banda realmente poderosa.


No hubo tregua para palabras que no fueran cantadas. Solo lo justo, pocas y cortas presentaciones y una ligera disculpa por ese corte en el fluido eléctrico que le obligó a repetir, quince minutos más tarde, “Sol”; pero nada sobre el retraso inicial que pacientemente soportaron el millar de asistentes. Y es que prácticamente todo lo dicen sus canciones.



LOQUILLO. Jardines Plau d’Aiamans. Lloseta, 13 de julio

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