Técnica, virtuosismo y
sentimiento
Si hubiera
habido una sola persona por cada una de las quinientas cincuenta salas de los
Estados Unidos en las que se proyecto su versión de “Cassidy”, la Mozart se hubiera
quedado pequeña; pero la cosa pintó muy distinta. A penas 25 o 30 personas que
no hizo justicia a una propuesta realmente interesante. No creo que sea un tema
de desinterés, de falta de motivación, tampoco, ni mucho menos, de falta de
calidad de una propuesta exigente y bien trabajada. Tal vez sencillamente se
trate de esa inercia que, como mala compañera, se ha adherido en los últimos
tiempos al mundo de la cultura.
En
cualquier caso ello no impidió que Timoner, como gran profesional que es -y lo
viene demostrando desde ese Un quart de segle que rubricó en el 92 y se
recordó esta misma noche en el primer bis del concierto-, se volcara con sus
nuevas composiciones, espléndidas y que mantienen ese lenguaje propio conjugado
entre el sonido californiano y el mediterráneo de Sòlid.
Técnica,
virtuosismo y sentimiento se barajaron a partes iguales, en perfectas dosis
para que lo complicado pareciera sencillo y la dificultad, simplicidad. Tal vez
le faltó algo de relajación -con tal panorama era realmente complicado- para que
todo fuera más fluido; pero esas melodías consiguieron calar hondo. No quiero
disimular la emoción que me producen algunos de sus pasajes, y la profundidad,
tanto de las composiciones propias como de las versiones, por que no todo se queda
tan sólo en lo emotivo, existe una estructura bien construida a partes iguales,
eso sí, entre la razón y la pasión.
DAMIA TIMONER. Sala Mozart del Auditorium, 29 de junio de 2013.
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