viernes, 22 de abril de 2022

 

Desequilibrio

 


 

Es cierto que la inestabilidad meteorológica no acompañaba, y aquí cuando caen dos gotas nos metemos en casa como caracoles a la espera de los rayos de sol. No lo es menos el hecho de que la víspera de Jueves Santo, que anuncia cinco días para poder recuperar los viajes después de dos años de pandemia, tampoco ayuda; pero estoy convencido que el motivo esencial de la paupérrima concurrencia de público al concierto de Martín Meléndez & Ermanno Panta, hay que buscarlo en la escasa difusión que se le ha dado a la cita y, consecuentemente, al hecho de que el PalmaFolk pase totalmente desapercibido para la inmensa mayoría de los habitantes de nuestra ciudad.

Tampoco ayuda la falta de compacidad de los eventos. Esa dilatación e intermitencia en el tiempo, no permite la retroalimentación de los distintos actos, cursos o conciertos y por tanto no favorece la identidad de lo que debería haberse convertido en Festival. Revisen la historia de Cançons de la Mediterrània y tendrán un claro ejemplo.

Sí, escasísimo público para la propuesta conjunta de dos músicos que independientemente hemos tenido la oportunidad de escuchar en repetidas ocasiones, a Meléndez, formando parte de otras formaciones como la de Marco Mezquida y a Ermanno Panta con su propio grupo en algún que otro festival -léase por ejemplo el Jazz Voyeur-, pero muy poco sabíamos de lo que nos pudieran ofrecer como dúo.

A la postre, un recorrido creativo en el que cabe mucha improvisación de dos artistas con una forma muy distinta de entender la música, en el que el groove y el ritmo, junto con el tremendo dominio del chelo de Meléndez, acaba por fagocitar una flauta más tímida y a la que no le vendría mal un poco más de fuerza y garra para este proyecto.

Una velada con excesivo contraste sonoro, donde cada músico mostró una realidad distinta.

 



Martín Meléndez & Ermanno Panta. PalmaFolk, Teatre ‘Mar y Tierra’, 13 de abril.

miércoles, 13 de abril de 2022

 

Diálogo íntimo

 

 


Desde que iniciara su carrera en solitario, tras la etapa primeriza de Las Migas, Silvia Pérez Cruz, ha ido edificando una carrera musical tremendamente coherente, plena de creatividad e imaginación. Vamos, que sería justo decir que no ha dado puntada sin hilo en un notorio bordado.

Claro que la proximidad y naturalidad de la que hace gala en todos sus conciertos puede ser el primer paso hacia el éxito, sin duda, pero lo que realmente lo acredita es esa ilusión con la que comparte y la originalidad con la que viste sus canciones.

Así se ha percibido en cada una de sus visitas y así se ha entendido también en ese regreso a la Magna del Auditórium para presentarnos su propuesta más personal y, también, más experimental.

‘Farsa (género imposible)’, el diálogo más íntimo de la cantante con las diversas artes escénicas, es en sí mismo un juego escénico minimalista y certero que acompaña un puñado de canciones cubiertas por ese halo casi imposible. Esa fue la versión, de las tres posibles, con la que nos dejó entusiasmados. Ella sola con sus instrumentos y su voz, que es uno más.  Con un solo foco, con una reverberación o con un efecto; conseguir lo máximo con lo mínimo, buscando lo esencial para aportarle belleza.

Arrancó la velada con una ‘tonada de segar’ a capela. Ya tenía al público, que llenaba las tres cuartas partes largas de la sala, en ese bolsillo de donde no saldríamos durante toda la noche.

Asumiendo el riesgo de la propuesta y con gran variedad estilística, desgranó su último trabajo junto con anteriores creaciones. Nos regaló algunas de las canciones aún no grabadas y que formaran parte de su nuevo álbum, referenció a Maria del Mar Bonet, reclamó “The Sound Of The Silence” de Paul Simon y nos habló de Lorca y Cohen con el “Pequeño vals vienés” para dar paso a los bises con los que sobrepasaríamos las dos horas de concierto.

 

Silvia Pérez Cruz. Auditórium, 7 de abril.