martes, 12 de febrero de 2013


Orgánico

         La gratuidad resulta más dura contrincante cuando a los bolsillos se les puede dar la vuelta como a un calcetín y lo único a rascar es el forro. Y si a una propuesta de pago, justo y mínimo, se la enfrenta en la misma velada a una oferta, sin duda mucho más ruidosa y de rimbombante cartel, el resultado no puede ser otro que el discreto aforo que L’Équilibriste consiguió para su presentación en el Teatre Mar i Terra.
Discreto en cuanto al aforo pero claro y contundente a la hora de mostrar las credenciales que certifican el buen trabajo que la banda viene realizando en los últimos tiempos y que ahora, con su reciente Pluja-Trànsit-Semàfors, consolida como una de las realidades más interesantes de nuestro panorama musical. Y es que en este nuevo invite ellos también muestran el forro, las interioridades de unas canciones que se sostienen por si mismas con escasos fuegos de artificio y con un planteamiento musical mucho más directo.
En el Mar i Terra, presentándonos su nuevo álbum y algunos pellizcos de su anterior Què en saps tu, de bicicletes i parafangos como “Dimecres de desembre” o “No és un adéu”, L’Équilibriste sonó orgánico, algo más turbio y menos perfilado que en ese disco de claridad absoluta, es cierto, pero con la calidez de un directo firme, convincente y, pese a reflejar su planteamiento más acústico, con mayor rotundidad de lo que las condiciones óptimas del Teatre aconsejan.
Esperemos que el próximo 15 de febrero no se alíe ninguna otra adversidad y veamos la Mozart del Auditorium con la respuesta adecuada.

L’ÉQUILIBRISTE. ‘Pluja-Trànsit-Semàfors’. Teatre Mar i Terra, 18 de enero de 2013.




L’Équilibriste, equilibrios acústicos  



         Pluja-Trànsit-Semàfors –lluvia, tráfico, semáforos- constituyen los componentes ideales para un formidable atasco y en cambio L’Équilibriste ha encontrado a su amparo el perfecto ideario para llegar con fluidez al oyente. Transforma el colapso en un espacio para la meditación y claridad de ideas, para reflexionar y desde la calma postular su nuevo planteamiento. Y es que decir o contar las cosas con naturalidad y claridad, sin recovecos, no sólo es el camino más directo, sino que además suele resultar el más próximo.
         En su segunda larga producción y tras Què en saps tu, de bicicletes i parafangos (2009, Flor y Nata records), la banda mallorquina hace en un claro ejercicio de sencillez –que no simplicidad- dejando electrificaciones y sonoridades más turbias  para llevar el peso específico a un terreno mucho más cristalino, acústico y comprensible tanto en su aspecto sonoro como textual.
Sin regocijarse en el minimalismo, letras y músicas encajan en esa filosofía que roza el ‘menos es más’ y que busca el bienestar en la cotidianeidad frente a la esporádica complicación, con las justas notas de color perfectamente esquematizadas y delimitadas como un cuadro de Mondrian aunque perfilando sus vértices con un lirismo que subyace en las diez canciones que componen el álbum. Es como si L’Équilibriste hubiera encontrado su equilibrio en esa cuerda floja que intencionadamente ha decidido no tensar.




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