Orgánico
La
gratuidad resulta más dura contrincante cuando a los bolsillos se les puede dar
la vuelta como a un calcetín y lo único a rascar es el forro. Y si a una
propuesta de pago, justo y mínimo, se la enfrenta en la misma velada a una
oferta, sin duda mucho más ruidosa y de rimbombante cartel, el resultado no puede
ser otro que el discreto aforo que L’Équilibriste consiguió para su
presentación en el Teatre Mar i Terra.
Discreto en cuanto al aforo pero
claro y contundente a la hora de mostrar las credenciales que certifican el
buen trabajo que la banda viene realizando en los últimos tiempos y que ahora,
con su reciente Pluja-Trànsit-Semàfors, consolida como una de las
realidades más interesantes de nuestro panorama musical. Y es que en este nuevo
invite ellos también muestran el forro, las interioridades de unas canciones
que se sostienen por si mismas con escasos fuegos de artificio y con un
planteamiento musical mucho más directo.
En el Mar i Terra, presentándonos
su nuevo álbum y algunos pellizcos de su anterior Què en saps tu, de
bicicletes i parafangos como “Dimecres de desembre” o “No és un adéu”, L’Équilibriste
sonó orgánico, algo más turbio y menos perfilado que en ese disco de claridad
absoluta, es cierto, pero con la calidez de un directo firme, convincente y,
pese a reflejar su planteamiento más acústico, con mayor rotundidad de lo que
las condiciones óptimas del Teatre aconsejan.
Esperemos que el próximo 15 de
febrero no se alíe ninguna otra adversidad y veamos la Mozart del Auditorium
con la respuesta adecuada.
L’ÉQUILIBRISTE. ‘Pluja-Trànsit-Semàfors’. Teatre Mar i Terra, 18 de
enero de 2013.
L’Équilibriste, equilibrios acústicos
Pluja-Trànsit-Semàfors
–lluvia, tráfico, semáforos- constituyen los componentes ideales para un
formidable atasco y en cambio L’Équilibriste ha encontrado a su amparo el
perfecto ideario para llegar con fluidez al oyente. Transforma el colapso en un
espacio para la meditación y claridad de ideas, para reflexionar y desde la
calma postular su nuevo planteamiento. Y es que decir o contar las cosas con naturalidad
y claridad, sin recovecos, no sólo es el camino más directo, sino que además suele
resultar el más próximo.
En su
segunda larga producción y tras Què en saps tu, de bicicletes i parafangos (2009,
Flor y Nata records), la banda mallorquina hace en un claro ejercicio de
sencillez –que no simplicidad- dejando electrificaciones y sonoridades más
turbias para llevar el peso específico a
un terreno mucho más cristalino, acústico y comprensible tanto en su aspecto
sonoro como textual.
Sin regocijarse en el
minimalismo, letras y músicas encajan en esa filosofía que roza el ‘menos es
más’ y que busca el bienestar en la cotidianeidad frente a la esporádica complicación,
con las justas notas de color perfectamente esquematizadas y delimitadas como
un cuadro de Mondrian aunque perfilando sus vértices con un lirismo que subyace
en las diez canciones que componen el álbum. Es como si L’Équilibriste hubiera
encontrado su equilibrio en esa cuerda floja que intencionadamente ha decidido
no tensar.
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