Pulir el espectáculo
‘Dos mundos bajo un mismo sol’, es un
espectáculo cargado de buenas intenciones; pero al contrario de la cantinela
escuchada durante mi infancia de que ‘con la intención es suficiente’, en el
mundo del espectáculo, las buenas intenciones requieren de una puesta escénica
que sobrepase esta designación primaria. Ya se pueden imaginar lo que viene a
continuación. Sí, es en la materialización, en el engranaje de todos los
elementos, puesta escénica e incluso en
ciertos aspectos sonoros, donde este Pseudo-musical Rock, no acaba de asumir
total rotundidad.
La verdad
es que contiene suficientes elementos para seducirnos. Una historia con un
leitmotiv, o trama narrativa, que aboga por la calamidad del ser humano, una
música metal que acentúa esa visión más catastrofista -por cierto creo que es
la que inconscientemente conduce a la selección del final-, un importante
componente musical y dos actores en escena intermitente y, para más inri,
varios finales posibles para lo cual, se requiere la deliberación y votación, a
través de una app, del propio público –Esclavitud, exterminio o salvación- en
un breve descanso previo al desenlace final.
La
contrariedad radica en el ensamblaje de todo ello, pues se asemeja más a un
collage que a un espectáculo suficientemente hilvanado. La conexión entre
música –perfecta en la base rítmica aunque poco imaginativa en guitarra y
teclados-, audiovisual, luminotecnia –aprobado alto- y escena –floja y poco
convincente interpretación de Mariam Vallori y Manel Crespí-, requiere mayor
conexión.
No es una
mala propuesta, sino todo lo contrario, pero para sobrepasar la frontera del
entretenimiento y optar a un circuito más amplio y no pasar desapercibido,
imagino que al fin y al cabo es lo que se pretende tras tanto esfuerzo, hay que
pulir considerablemente el montaje.
Hyde XXI. Dos mundos bajo un mismo sol. Teatre de Lloseta, 11 de
febrero de 2017.
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