Dejar fluir el jazz
Recuerdo la
primera vez que tuve la oportunidad de escuchar a Manfred Kullmann. Hace más de
diez años –entonces a penas se prodigaban sus actuaciones- y no he olvidado la
destreza y efectividad de sus dedos, ni esa capacidad de transmitir la
auténtica emoción del jazz. Un lirismo que te envuelve y mantiene ese punto de
sorpresa en su discurso, como si nada estuviera definitivamente dicho y
aseverando que siempre cualquier historia, aún siendo la misma, puede ser
contada de otro modo. “Tramuntana” y “Mar abierto”, dos álbumes casi
consecutivos que aunque diferentes guardan una importante correlación musical,
nos han permitido disfrutar de forma más frecuente del pianista en directo,
condición que revela su estado más puro y creativo.
Ahora, el ciclo
Piano Mar, que se desarrolla en el RCNP, ha permitido un reencuentro
–coincidieron en el mismo escenario hace una década en formato de cuarteto
junto al saxofonista Alan Barnes- con el contrabajista Alec Dankworth. Esta vez
en la intimidad y exigencia del dúo. Un concierto prácticamente sin ensayos y
que ha puesto a prueba el diálogo y entendimiento entre estos dos músicos,
escogiendo para ello un repertorio ecléctico capaz de aunar clásicos como
Ellington, contemporáneos como Jarrett o incluso Cat Stevens, junto con las más
recientes creaciones del pianista, con la simple naturalidad de dejar fluir la
música. Una sensacional intersección, que no puso límites a la creatividad en la
improvisación, entre las manos tan ágiles como determinantes de Kullmann y un
sonido profundo y robusto del contrabajo de Dankworth. Buen entendimiento y
mejor complicidad de estos dos grandes y expertos músicos que nos hicieron
disfrutar de una gran velada de jazz. Lástima del aforo, pues muchos fueron los
que, lamentablemente, se quedaron a las puertas.
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