Puntito de jazz latino
No sólo la
experiencia vivida en las primeras jornadas del Festival en el Xesc sino
también la frecuencia con la que se ha podido escuchar a Juan Antonio Gil en el
club, podía presagiar una reducida asistencia al concierto. Por tanto imagino
que no hubo sorpresas a la hora de contabilizar una presencia anecdótica más
allá de las invitaciones personales.
Una propuesta que, por otro lado,
se encuentra con el género de cabecera de forma tangencial. Y es que la música
del cubano pertenece más al mundo de la cantautoría y la música popular como el
cha-cha-chá, danzón o guaguancó que a los registros más improvisados del jazz.
Aunque si ya nos hemos habituado a nombres como el de Pedro Guerra, Dylan o
Juan Perro –pónganle ustedes por medio todas las distancias que deseen- en este
tipo de festivales, tampoco habría que rasgarse las vestiduras. Y menos si
atendemos a los momentos más latinos y más próximos al jazz.
Más allá de
buenas intenciones, corrección, textos de profundidad intermitente o
instrumentación mínimamente agraciada, resulta difícil destacar nada. Gil no es
ni un gran guitarrista, ni un gran cantante, pues la potencia y fuerza vocal
sustituye a la modulación y al convencimiento.
Tampoco
dice mucho a su favor el hecho de que la velada adquiriera fuerza a partir del
“The Chicken” y sobre todo con la entrada en escena del bajista Alain Pérez
quien, a partir de ese momento, adquirió el peso específico musical y escénico.
En resumen, ni bien ni mal, sino
todo lo contrario en un velada de tránsito con puntito de jazz latino.
JUAN ANTONIO GIL. IX Jazz Voyeur Festival. Teatre Xesc Forteza, 9 de
noviembre.
Fotos: José Luis Luna
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