El periplo del jazz
Como símil a
la migración del jazz por las diferentes ciudades de los EE UU a través de la
historia, los aficionados también han recorrido su particular periplo, de cuya
condición de regreso al lugar de partida se ha encargado la Revetla. Sí,
después de pasar por la Plaça Coll, Santa Eulalia o Sa Llotja, los ritmos más
oscuros de la música, han vuelto a la Porta de Santa Catalina, donde a
principios de los ochenta, recordemos el desaparecido club Trui, se gestó la
historia palmesana del jazz de los últimos treinta y tantos años.
También este
escenario, como ha ocurrido con el género, ha cedido espacio a otras músicas,
llamémosles periféricas, barajadas como en una ensalada, eso sí, más o menos
negroide.
Así, nos
encontramos con Monkey Doo, swing y dixi, con gracia y simpatía, al servicio de
los locos años 20 y 30 aunando New Orleans con New York, para pasar al clásico
sonido Motown de Detroit que imperó en todo el país en los sesenta, por obra y
gracia de Soul Café y los covers de
Steve Wonder, Marvin Gaye o James Brown.
Regresamos a la
ciudad de los rascacielos con el jazz en mayúsculas del bop –Fuller, Monk, etc-
que manufactura con su sello personal The Jazz Fingers -sin duda la mejor propuesta
musical de la velada-, para acabar en cualquier escenario indefinido con la
fanfarria de Maria Rosselló i els Botifarrons. Todo ello en una plaza de
excesivas dimensiones para una concurrencia mucho más pobre que en ediciones anteriores.
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