domingo, 15 de abril de 2012

Miguel Poveda, homenaje a sus orígenes

         Miguel Poveda lleva un camino de ida y vuelta con el flamenco. De ida por que lo eleva a otras esferas, otras dimensiones para que así quiera y se empape con otros géneros; lo bordó con Desglaç –preciosa maravilla- y con Coplas del querer lo popularizó como en pocas, o ninguna ocasión había sucedido con anterioridad. Y de vuelta, porque después de elevar el vuelo retorna al viaje más intrínseco y sentido, terrenal, de su arte más puro; Tierra de calma firmaba su anterior reencuentro y ahora este ArteSano rubrica y confirma al hijo prodigo.
         Y es que este catalán criado en Badalona y de sangre flamenca, nunca olvida de donde viene, o mejor dicho donde se encuentra su arte. Tientos, bulerías, fandangos, malagueñas, soleás, sevillanas o seguirillas, conforman sus palos más auténticos, una absoluta declaración de orígenes que domina a placer y donde juega con la sobriedad y el adorno, donde deposita esa jondura tan pura e impecable como tradicional y ortodoxa.
Aún siendo un lujo contar con las puntuales aportaciones de Paco de Lucía, Manolo Sanlúcar, Juan Gómez ‘Chicuelo’, extraordinarios en el toque, o del veterano maestro gaditano Rancapino, este trabajo más reciente no requiere de otras galas que no nazcan de esa garganta cuyo quejío desborda autenticidad y arraigo, sabiduría y respeto en todos y cada uno de los trece cantes, así sin supersticiones, que conforman esta producción de flamenco puro, auténtico, luminoso y de hoy.


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