Erudito y popular
Se estrenaba hacía tan sólo tres días en Son Marroig, primera parada del periplo isleño del pianista que lo llevará por una media docena de escenarios, y esta, era precisamente la tercera vez que Chuchito Valdés, junto con la Camerata Jazz Deià, formada expresamente para la ocasión, la interpretaban.
Joan Roca
La Suite Picassiana, con la que el cubano quiere transformar en música las emociones y sensaciones del pintor malagueño, sonó de nuevo, esta vez agotando las localidades del Auditorio de la Fundación Bartolomé March, como otra cita de la 45 Edición del Festival Internacional de Música de Deià. Una obra que bebe de la música clásica, tanto como de la música popular y de unas subyacentes influencias africanas.
Fueron los primeros instantes de una segunda parte que llegaba después de un enorme derroche de latinidad bien entendida y aún mejor expuesta, con la negritud que Chuchito permeabiliza no pocos pasajes e incluso afrontado directamente sus propias visiones e improvisaciones sobre un incunable Elingtoniano ‘Satin Doll’. Y es que todo, o prácticamente todo, cabe en la propuesta de este mago de las teclas, el ritmo y la harmonía. Desde el bolero o el son hasta el blues o el rock bien impregnado por las síncopas del jazz y, por lo general, con una energía tan apabullante como contagiosa.
Claro, no hay que olvidar que Chuchito, hijo de Chucho y nieto de Bebo Valdés, es la tercera generación de uno de los linajes de mayor peso en la música cubana y, me atrevería a aseverar, que ha sabido recoger ese legado. Y ya saben aquello de que ‘de casta le viene al galgo’.
Técnica sorprendente y sensibilidad exquisita, que se luce sobre ese correcto acompañamiento de una Camerata tremendamente atenta al invitado y con ligeros espacios para el lucimiento personal. Pero en esta ocasión, efectivamente, la cosa no tenía que ir por ahí.
Pablo Albornoz